domingo, 17 de octubre de 2010

Los poetas de la negritud

LOS POETAS DE LA NEGRITUD


Una de las manifestaciones más interesantes de la americanización de la vanguardia es la poesía negra o afroantillana, que encuentra en el Caribe su ámbito de mayor difusión. El interés por la negritud no surge de pronto, y obedece a distintos actores, muchos de ellos europeos. Hay un culto del primitivismo que surge de la crisis finisecular de valores, de la búsqueda de lo mítico, lo intuitivo o irracional como posibilidades de acercarse a los orígenes, a la armonía cósmica, a lo absoluto.
Se confiere relevancia a lo instintivo y a la comunión con la naturaleza, mientras se vivía, desde las últimas décadas del siglo XIX, el descubrimiento de las culturas africanas y de otras también consideradas primitivas. El extraordinario interés que suscitaron se concretó en obras de distinto signo, como La rama dorada (1890) de James George Frazer, El Decamerón negro (1910) de Leo Frobenius, o la Antología negra (1921) de Blaise Cendrars. El primitivismo se deja sentir con intensidad en la música, en la pintura, en la literatura. Triunfa el jazz, y en la primera posguerra los Estados Unidos ofrecen un extraordinario florecimiento literario negro, el llamado Renacimiento de Harlem, que más tarde se manifiesta también en Jamaica, en Brasil, en Martinica y otros países. En ese ambiente surge la poesía afroantillana, urgida también por la orientación criollista de la vanguardia hispanoamericana por la búsqueda de definiciones nacionales que caracteriza la época.
La presencia del negro fue notable en el siglo XIX, de la mano del costumbrismo, en los países americanos donde abundaba la población de origen africano; con un matiz por lo general exótico, fue también motivo de inspiración ocasional para modernistas y posmodernistas. Pero toda esa tradición probablemente apenas contribuyó al auge del negrismo, determinado sobretodo por los factores antes señalados, y tal vez estimulado en alguna medida por el neopopulismo de la poesía española contemporánea (de García Lorca, sobre todo), con el que la expresión poética afroantillana muestra notables coincidencias. A partir de los años veinte, la poesía de tema negro, a la que algunas recopilaciones y antologías -entre las que hay que recordar la Antología de la poesía negra de América (1934), de Emilio Bellagas y Órbita de la poesía afrocubana (1938), de Ramón Guirao
Entre sus primeros cultivadores figura el uruguayo Ildefonso Pereda Valdés, pero es en las islas del Caribe, donde alcanza especial relevancia. Fue probablemente Luis Palés Matos quien inició la producción con poemas como África o «Pueblo negro» y Danza negra, en el periódico La Democracia, de San Juan de Puerto Rico, en 1926. Ya en 1927, en Cuba, la Revista de Avance publicó poemas negros de Pereda Valdés, y en la revista Social aparecieron traducciones del norteamericano Langston Hughes. Los poetas locales se dejaron ganar pronto por la novedad, y al año siguiente pertenecen Bailaora de rumba, de Ramón Guirao, y La rumba, de José Zacarías Tallet (n. 1893). A partir de ese momento fueron muchos sus cultivadores, con frecuencia a la manera tradicional, de modo que Max Henríquez Ureña, en su Panorama histórico de la literatura cubana (1963), pudo distinguir toda una modalidad de manifestaciones poéticas en lenguaje culto, que encontraron en el negro una posibilidad de pintoresquismo. Es poesía, episódica y descriptiva,

La poesía temprana de Guillén también transitó por el posmodernismo y el vanguardismo aunque su obra más importante es la posterior a los Motivos del Son (1930).Otros libros son West Indies Ltd., Cantos para soldados y sones para turistas, El son entero. Tengo, etc. Aunque Ballagas se inició también en el ambiente de posmodemismo y se hizo eco temprano de las innovaciones vanguardistas, su primer poemario Júbilo y fuga (1931), se inscribe con nitidez dentro de la poesía pura, queda de una expresión lírica transparente que se advierte con especial relieve en la literatura cubana del momento. Esa orientación se manifiesta aún en poemas incluidos y después desechados de Sabor eterno (1939), que en su conformación definitiva recoge sólo los más tardíos, los cuales se orientan en una dirección intima, subjetiva, centrada en la experiencia amorosa y en el sentimiento del fracaso o de la culpa, de la caída en último término. Desde esa poesía, neorromántica con huellas surrealistas, Ballagas derivó, como muchos otros poetas hispanoamericanos en los mismos años, hacia preocupaciones metaflsicas, en su caso inseparables de las inquietudes religiosas que se manifiestan en Nuestra Señora del Mar (1943) y Cielo en rehenes (1951), e impregnan el tema patriótico en sus Décimas por el júbilo martiano en el centenario del Apóstol José Martí (1953).
Palés Matos fue tal vez el primer antillano claramente contemporánea, aprovechando las onomatopeyas en sus composiciones negristas que fueron ya tardíamente a Tun tun de pasa y grifería (1937), y en su caso respondían de algún modo a una búsqueda de cauces novedosos, incluso exóticos, para la poesía sin duda la más próxima a la concepción europea de lo primitivo como manifestación de la verdadera vida, de la armonía original, de lector asiduo de La decadencia de Occidente; El Decamerón, de tratados de etnología, relatos de viajes a África y variada literatura de preocupaciones similares, la abundante información libresca no le impidió acercarse a su entorno, a las gentes de color que lo rodeaban.
También es escasa la poesía afroantillana de Ballagas, limitada a los doce poemas incluidos en Cuaderno de poesía negra (1934) y pocos más. En ellos se manifiestan con excepcional calidad las distintas orientaciones a que hice referencia, desde la modalidad culta y descriptiva “Poema de tumba”, hasta las que incluyen alteraciones morfológicas en el lenguaje, jitanjáforas negroides, onomatopeyas y abundantes metáforas novedosas. En “lavandera con negrito”,”Para dormir a un negrito” o en “Comparsa habanera” se encuentran buenos ejemplos de esos usos, así como de la mentalidad del negro, con la pervivencia de la cultura africana fundida con creencias cristianas, y sólo circunstancialmente -Ballagas es ante todo el poeta de la sensualidad afroantillana- el sufrimiento pasado y presente de la raza. Las preocupaciones de índole social corresponden en especial a Nicolás Guillén y se manifiestan con frecuencia. Sus poemas trataban de ser expresión de lo cubano, eran versos mulatos.

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